Cuando somos
testigos o nos enteramos de una tragedia causada por la naturaleza o por algún
accidente, que amenaza la vida de algunas personas o que causa pérdida de vidas
humanas, nos consternamos y sentimos compasión por las personas afectadas.
Estos sucesos nos recuerdan el valor que tiene la vida ya que, aunque se trate
de salvar sólo una, ésta merece toda la atención, esfuerzo y ayuda para ser
rescatada. Y es entonces cuando se convierten en verbo palabras como voluntad,
fe, unión, esperanza, oración, interés y solidaridad; y todo, para un objetivo
común: ¡Salvar la vida! Y así, los hombres, más allá de sus credos,
preferencias, ideologías y de su nivel económico; se unen y toman una
sola bandera, una digna e inigualable misión: ¡Salvar la vida! Y tú, que
quizá no has sufrido un suceso así; que no te has visto expuesto a una
situación extrema de vida o muerte, ¿realmente valoras la vida o la rechazas?
Para saberlo, basta con que observes tus hábitos, tus emociones y tus acciones;
después de hacerlo, sé honesto y contéstate si realmente defiendes la vida o si
le das la espalda.
Cada vez que
tienes emociones negativas, cada vez que te reprimes, cada vez que sientes
resentimiento; rechazas la vida. Cada vez que no perdonas, cada vez que no te
aceptas, cada vez que no te respetas; rechazas la vida. Cada vez que trabajas
en exceso, cada vez que no atiendes tus necesidades básicas, cada vez que
aceptas relaciones destructivas; rechazas la vida. Cada vez que te envenenas
con un cigarrillo, cada vez que te aturdes con drogas, cada vez que te
anestesias con alcohol; rechazas la vida. Entonces, es necesario ir más allá de
lo impactante y conmovedor que puede representar un accidente o una tragedia
causada por la naturaleza. Es necesario hacer una profunda reflexión sobre el
valor que personalmente le damos a nuestra vida, hoy que sí la tenemos.
Analicemos si realmente amamos, respetamos y defendemos nuestra vida; o si, irresponsable
e inconscientemente, como niños caprichosos y malagradecidos, nos damos “el
lujo” de rechazarla.
Lo recibí de
un Amigo, Fernando Rodríguez Gamboa, me encanto, y quise compartirlo con todos
ustedes, con todo mi cariño!!!
Gracias
Fernando, por este escrito tan bello y muy verdadero.
Realmente
estamos respetando y honrando la vida... Nuestra vida???
Los invito a
que juntos reflexionemos, recordando que: Todo comienza en nosotros… para después
extenderse.
La vida es el
más precioso tesoro que poseemos!!!
Debemos amarla
y cultivarla… Así como la de nuestros semejantes.
Somos hijos de
la luz y del amor… somos seres perfectos…
La felicidad
es nuestro estado natural!!!
Un gran abrazo
y muchísima luz para sus vidas.
Maria Soledad Piñeiro.